La autora del libro El enemigo conoce el sistema (2019), Marta Peirano elaboró un ensayo sobre el capitalismo de vigilancia donde conecta nuestra adicción a los dispositivos electrónicos con la industria de extracción de datos y su papel como herramienta de control y manipulación de masas. La autora reflexiona acerca de las oportunidades y las amenazas de la tecnopolítica en el contexto de la pandemia.

En medio de emergencia pública global atestiguamos diversos esfuerzos de Estados por dar respuestas con tecnologías sin cuestionar las razones estructurales de la crisis. Cuando se trata de dar soluciones orientadas a usos de tecnologías, las respuestas ofrecidas parecen esconder enormes sistemas de hipervigilancia digital. Las soluciones tecnológicas deberían complementar sistemas de salud, de educación y de desarrollo científico, siendo solo piezas de un engranaje mayor de políticas públicas que coloquen en el centro la premisa del buen vivir. Las tecnologías deberían ponerse a la orden en la difusión de mensajes verificados sobre salud pública y colaborar con el acceso a la misma. La tecnopolítica, tomando en cuenta la necesidad de un cambio radical en las relaciones de las personas con el planeta, ha de contribuir a torcer el destino de un modelo basado en la concentración de la riqueza, cuestionando el neocolonialismo extractivista.

Los gobiernos que enfrentan las crisis de salud deben hacer prevalecer la política de transparencia en torno a las medidas que están tomando en el marco como la COVID19. Los diversos desarrollos de tecnologías no pueden ser una excusa para el aumento de la vigilancia masiva e indiscriminada. 

Peirano hace una análisis del accionar de las naciones frente al Covid-19, considera que “Lo tenemos que aprender de los países asiáticos es a tener protocolos de emergencia. Y a que la existencia de bienes de necesidad crucial, como mascarillas para el personal sanitario y también para población, así como la fabricación de tests, que cuando hay un virus desconocido que ya está afectando a otros países, tiene que estar garantizado. Esta no es la primera vez que nos pasa ni va a ser la última, y cada vez, naturalmente, va a ser peor. Creo que esos protocolos de emergencia que esos países asiáticos aprendieron durante el año 2002 los tenemos que adoptar nosotros porque funcionan, estamos viendo que funcionan. El problema es cuando los gobiernos ven que sale mucho más barato hacer una aplicación de vigilancia que comprar tests.

Por otra parte, hace una revisión sobre el accionar de los sobre el uso de las tecnologías como formas de vigilancia, la autora dice que, “la primera y la más importante noción para tener en cuenta es que utilizar la vigilancia como política en estado de emergencia es un precedente muy malo. No solo porque demuestra que el gobierno piensa que los derechos civiles son optativos. O sea, solamente los podemos tener cuando nos los podemos permitir. Sin derechos civiles no hay democracia, porque si no ¿se suspende la democracia cuando tenemos un estado de emergencia? Por eso no hay que confundir el estado de emergencia con el estado de excepción. Otro de los problemas históricamente conocidos es que una vez que un gobierno comienza a usar este tipo de herramientas le resulta muy difícil soltarlas. Estas no son herramientas visibles, son herramientas invisibles. Es decir, que si después de esta emergencia hay gobiernos que no abandonan la vigilancia ciudadana porque han descubierto que estas aplicaciones resultan mucho más baratas que ejercer otro tipo de control pues es muy probable que la población no se entere”.

Además Marta Peirano, aborda las posibles problemáticas si los gobiernos durante esta actual pandemia o durante la pos-pandemia pueden comenzar a implementar apagones selectivos (shut downs), o técnicas de menor ancho de banda, con el fin de censurar, y|| se cuestiona el alcance y la el verdadero acceso a internet, “Este es mi tema de preocupación desde hace casi dos décadas. Es que, efectivamente, somos completamente dependientes de unas infraestructuras de comunicaciones que cada vez están en manos de menos empresas y cada vez están más controladas por empresas que se dedican a la extracción de datos y a la manipulación de masas. Hay tecnologías que permiten crear redes de la nada. Básicamente la tecnología más rebelde y más ciudadana sigue siendo la radio. Nosotros mismos tenemos teléfonos en los bolsillos que pueden conectarse entre ellos sin tener que pasar por una torre o tener que pasar por servidores en California. Lo que pasa es que no están diseñados para que nuestras tarjetas Wifi o nuestros Bluetooth se comporten de determinada manera. Están diseñados por empresas que piensan sistemas operativos para que les entreguemos todo lo que hacemos. Pero los podemos utilizar de otras maneras. Estoy investigando desde hace un tiempo que la gente se una a las redes comunitarias. De estas redes en Latinoamérica hay una gran cantidad, las famosas mesh networks (redes en malla), que son redes de proximidad. Y no solo significan una independencia de las grandes redes globales con Facebook, Whatsapp e Instagram o Google, las redes de proximidad son redes que tienen que crecer de manera orgánica y no de manera cuántica. Tienen que crecer de vecino a vecino.

Por último repasa el alcance de 5G,  la basura electrónica y los neoextractivismos en los territorios, argumenta que, “El escenario que teníamos antes de la llegada la pandemia con el 5G es que ha habido un reparto territorial entre las empresas vinculadas al territorio estadounidense y las empresas vinculadas al dominio chino. China domina toda África y toda Asia y parte de Europa del Este, mientras que las empresas británicas más vinculadas al dominio estadounidense.  Hace dos años la pelea que estaban teniendo era por Europa y era bastante sucia. Llevo cubriendo tecnología más de 20 años y no recuerdo un momento en el que un gobierno haya decidido detener a Meng Wanzhou, la hija del CEO de una empresa china, para chantajearle con los impuestos. Esto ha pasado con Huawei. La ejecutiva responsable de las finanzas de Huawei lleva detenida en Canadá desde hace un montón de tiempo porque [el presidente de Estados Unidos, Donald] Trump la ha estado usando como rehén para negociar con su padre. Este tipo de guerra sucia, nos lleva a hablar de una colonización casi total en un mundo en que prácticamente toda nuestra sociedad depende de este tipo de infraestructuras. Si vamos a construir sobre el 5G todas nuestras estructuras sanitarias, educativas, sociales, de transporte, económicas, financieras más nos vale que no quede todo en manos de una sola empresa. 

Por último propone que el  desarrollo de infraestructuras para las nuevas tecnologías debería estar desarrollado con miradas y más locales, gestionadas por comunidades y mucho más centradas en la gestión de los recursos y del problema climático de manera local. 

Entrevista completa en: pikaramagazine.com

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