Juliana García Bello, una diseñadora de indumentaria riograndense, resultó ganadora del Fashionclash Festival 2019 recibiendo un premio de 2500 euros, además del reconocimiento en un festival de moda internacional e interdisciplinario, que se centra principalmente en diseñadores y artistas emergentes “jóvenes” activos en una amplia gama de disciplinas. “Es un concurso que premia proyectos con mirada sustentable con búsqueda de innovación en sus sistemas de producción”, comentó García Bello en sus redes.
La marca GARCIABELLO fue fundada en 2013 y “está inspirada en el día a día. Los conceptos de cada colección se inspiraron en los orígenes, el hogar como terreno y refugio. Las prendas son únicas, basadas en el ciclo ascendente combinado con algodón biodegradable, sin procesamiento, fabricado en Argentina”, explica la diseñadora graduada de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. “La marca busca la identidad nacional y los procesos de producción sostenibles. Los patrones son cero desperdicio. Las prendas son de talla universal y sin género”, describe en su web. Todos estos objetos pueden ser materia prima de sus colecciones, muchos tienen que ver con su identidad fueguina y fueron rescatados en su tiempo en Río Grande.
Tal como cuenta Juliana sobre su marca, “GARCIABELLO se inspira en lo cotidiano, en historias transitadas, los conceptos de cada colección hablan de lo PROPIO, del HOGAR como TIERRA y REFUGIO. Las prendas son construidas a partir de algodón crudo sin métodos, de producción local y ropa de DESCARTE, generando prendas únicas, con bases de molderia up-cycling”.
Los logros de esta fueguina son una gran fuente de inspiración para cientos de jóvenes de Tierra del Fuego que están en la búsqueda y el camino de emprender para alcanzar sus sueños y lograr que sus productos se difundan y aprecien en el trabajo de otros países.
Los vidrios erosionados por el agua y el tiempo, dispersos en la orilla o en el fondo el río o del mar; la vajilla de cerámica o porcelana descartada porque está quebrada; una carpa con el cierre descosido que dejó de cumplir su función.
Desde objetos que generalmente se usan para acampar, cazar o pescar. Todos pueden ser transformados en prendas urbanas. La idea que guía sus búsquedas es que el material tardaría miles de años en reciclarse. Especialmente, telas con mucho nylon o poliéster. “Me interesa mucho dar cuenta de la importancia de la sostenibilidad en los procesos creativos y tratar de generar conciencia de la basura que generamos. Es una problemática mundial”, explica.
La reutilización de materiales siempre formó parte de su universo más cercano. De hecho, su colección de prendas, está inspirada en su abuela Dora, una modista de La Plata que solía regalarle ropa hecha con cortinas o fundas de sillones viejos. Una camisa de algodón con el cuello gastado puede transformarse en un pantalón. Con las joyas la premisa es similar. ¿Por qué detonar una montaña para buscar una esmeralda?, se pregunta.
Deberíamos repensar la forma en la que consumimos joyería en función del valor y de los procesos de extracción que requieren. Pensar por qué vamos hacer tal cosa. “La minería es un proceso poco amable con la naturaleza. Muy poco sustentable”, insiste y recuerda que el proyecto se inició durante unas vacaciones en Villa Traful (en Río Negro) o quizás más atrás. Cuando tenía cinco años y su mamá la lleva a juntar piedras a la orilla del río que bordea su ciudad natal (Río Grande). Todavía era muy chica para hacer lo que hace desde hace más de tres años: limpiar los pedazos y engarzarlos como una piedra preciosa.
Con la vajilla el proceso es algo más complejo y no le faltan anécdotas. La gente que la conoce le avisa cuando tiene una taza “cachada” que está a punto de tirar para que ella se ocupe. Juliana Garcia Bello la cubre con yeso o mármol para después romperla de un mazazo.

El resultado: estos broches de porcelana o cerámica, dependiendo del objeto inicial. Que se convierte en otro, con otra morfología y una función novedosa. Pero aprovechando lo cercano. Como cierra la diseñadora: “Es necesario volver a mirar la belleza de lo que existe, de lo que tenemos a nuestros pies”.

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