Hablar de amor no es caminar sobre pétalos rojos en una nube tallada con forma de corazón, ni que alguien le baje la luna a otro alguien, sobre todo cuando bajo el manto del amor, se cubren tantas violencias y femicidios en nuestro país. Si es violento, si te humilla, si te minimiza, si se impone con su fuerza, si te somete, entonces, no es amor.

Estas fechas además de ser una oportunidad para quienes venden los clásicos regalos de San Valentín, desatan varias emociones que tienen que ver con la presión social y las expectativas de los demás por estar en pareja, y por supuesto la deslegitimación de la soledad, “si no estoy con alguien en formato pareja, estamos solos o solas”, desestimando el valor que puede generar el estar con una o uno mismo.

Desromantizarnos, sí puede ser un acto de amor, amor propio. Según Darío Sztajnszrajber: “El amor romántico es un dispositivo que condiciona nuestras decisiones”

Nos tenemos amor cuando confiamos en nosotros, cuando nos conocemos, cuando sanamos y nos elegimos. No a una otro, sino a nosotros y nosotras. Ante todo amor propio.

Perpetuar el amor romántico no hace otra cosa que seguir avalando y reproduciendo ese discurso que nos devuelve una piba muerta cada 30hs.

El amor propio se cultiva con vínculos sanos, por eso celebremos el amor,  pero preguntémonos, si realmente es amor.

Al fin y al cabo se celebra San Valentín por un tipo que decidió rebelarse y desobedecer lo impuesto. Tal vez, de eso se trate, de rebelarnos y conectar con nuestros verdaderos deseos, sincronizar el amor propio y deconstruir eso llamado amor.

Autora: Vanesa Cicchino

 

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