Pasó a la historia por ser un ícono cultural con rasgos bien característicos: rastas en la cabeza, sonrisa fácil, talento enorme.
Símbolo del reggae -movimiento derivado del rocksteady y del ska, y que consiste en la repetición constante de su ritmo-, su música trascendió fronteras y puso en el mapa a Jamaica, aquella colonia -española primero y británica después- que luchó por lograr su emancipación y dignidad.
En ese tránsito que hay entre el arte y el activismo político, devino mito: eje y referencia, bandera de los sectores oprimidos; mucho más que lindas y pegadizadas canciones (“No woman, no cry”, “Could you be loved”, “Don´t worry, be happy”) al calor de los oídos.
Heredero de las tribus africanas que -desde el siglo XVI en adelante- arribaron como mano de obra esclava al servicio del imperialismo, Bob Marley se convirtió en un líder social que, comprometido con las necesidades de su tiempo y de su pueblo, puso en alto los principios del pacifismo y la reivindicación.
Su figura cobró relevancia en un mundo convulsionado que ya había vivido la atrocidad de dos Guerras Mundiales y comenzaba a tratar de superar otros conflictos mediante la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En ese contexto nace Marley (un 6 de febrero de 1945), el hombre que fue referente de los desposeídos y portavoz de todo sueño con ansias de libertad.
No fue una moda pasajera sino una celebridad que reunió en su obra un conjunto de componentes ideológicos. A saber: la raza (reconocimiento de la identidad e integridad del ser africano), la religión (los rastafaris esperan la llegada de su redentor, aquel que devolverá a la población de ascendencia africana al propio lugar de origen, que no es otro más que su tierra prometida), la historia (entender el pasado para mejorar el presente), la política (activar en favor de la paz y la reconciliación de grupos sociales enfrentados, con especial énfasis en el amor por la juventud) y el arte (la música como forma de vida).
La cultura cannábica aparece como factor indisociable del personaje en cuestión, que logró popularizarla. Para los jamaiquinos y el movimiento rastafari de las tribus afroamericanas, el cannabis representa un hábito vinculado a la faceta espiritual del rito religioso. Por ese motivo, en la tierra de Bob Marley, es legal desde 2015 (se puede poseer en cantidades limitadas); una conquista social si se tiene en cuenta que históricamente estuvo prohibida, en parte por políticas públicas que buscaban evitar disturbios de las clases bajas, aquellas que podían tener fácil acceso al consumo.
Fotos y videos de la época trazan el perfil de una personalidad destacada pero a la vez humilde y sencilla. Los registros la muestran alegre, tranquila, entusiasta, afectuosa, honesta.
Bob Marley, quien falleció en 1981 y fue despedido con todos los honores en un adiós conmovedor, hoy habría cumplido 75 años, la edad de muchos artistas, activistas, políticos y leyendas que aún vigentes marcan el pulso de la diversidad que existe en el globo.
Quizás el legado mayor que le pertenezca sea el de trascender más allá de su propia obra: una persona común, que lejos de toda vanidad, apeló al reconocimiento de los otros para desde allí ejercer influencias, actuando con responsabilidad y sentido de pertenencia, porque en sus denuncias sociales no solamente expresó postergaciones sino también hizo de ellas un canto a la celebración de la vida.