El eclipse total ocurrirá a las 13H00 locales (16H00 GMT) del lunes, cuando la órbita de la Luna alrededor de la Tierra coincida con la de la Tierra en torno al Sol, haciendo que su luz desaparezca y se haga de noche al mediodía.

El eclipse total tendrá una duración máxima de dos minutos y nueve segundos. En esos momentos de oscuridad, físicos y astrónomos de todo el mundo tendrán una oportunidad única para observar objetos que sólo pueden verse en esas circunstancias.

“La maravilla de que se convierta el día a noche de golpe, si se está en la totalidad (del eclipse), es la posibilidad de ver partes del Sol que habitualmente no veríamos, como la corona”, indicó a la AFP el integrante del departamento de Astronomía de la Universidad Católica, Simón Ángel.

La corona es una capa gaseosa inapreciable en otro momento y cuya temperatura (cerca de un millón de grados Celsius) es mucho mayor que la del interior de la estrella, algo para que los científicos aún no tiene respuesta.

“El misterio es saber cuál es el mecanismo físico que hace que tenga una temperatura tan alta (respecto a) las capas más bajas”, explicó Ángel.

También habrá oportunidad de observar planetas como Mercurio, Venus, Júpiter y Saturno; estrellas brillantes cercanas al Sol como Antares, que suelen quedar invisibles por la propia luz del Sol, e incluso un cometa que viaja cerca de la estrella del Sistema Solar.

“Los cambios ocurren con mucho más contraste y nos aprovechamos de eso para ver qué está pasando. Mientras más violento sea un cambio en un sistema, mayores posibilidades vamos a tener de estudiar qué está pasando”, afirmó el experto.

“La muerte temporal del sol”

Durante los más de 12.400 años de existencia de los indígenas mapuche, los primeros habitantes de Chile y Argentina, los eclipses totales de sol han sido percibidos como un generador de cambios a corto y largo plazo. En mapuzungún, o lengua mapuche, el eclipse o “lan antü” significa “el Sol temporalmente muerto”, explicó a la AFP el sabio mapuche Juan Ñanculef.

La observación como medio de aprendizaje de la cultura en este pueblo originario les llevó a concluir, según Ñanculef, que “antes y después” de la ocurrencia de eclipses totales de sol “habían señales en la tierra, como la seca de las quilas y los colihues (subespecies de la familia del bambú autóctonas del sur de Chile)”.

“Habían observado que después de un Sol que se tapa se vienen conflictos sociales, escasez; la tierra produce menos, no salen bien las semillas, se debilita la tierra”, señaló el sabio, según la visión “histórica y milenaria mapuche”.

Ñanculef explica que este pueblo, al igual que los griegos, “creía que el Sol estaba siendo atacado por monstruos del cosmos”. Para ellos, el “wekufü” (“fuerza maligna”) atacaba al Sol y trataba de apagarlo.

“Hacían fogatas, quemaban árboles naturales como el canelo, laurel o boldo, para ayudar al Sol a dar la pelea. También empezaban a tirar piedras y flechas hacia arriba. Cuando el Sol volvía a alumbrar se alegraban porque el Sol había ganado”, concluyó Ñanculef.

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